En cada lugar cercano al estadio Ryogoku Kokugikan, en Tokio, Japón, se respira sumo. En cada rincón del entorno hay museos, jardines, restaurantes y tiendas cuyo tema es la tradición del deporte más popular del país. Pero es dentro de la arena, en el mes de enero, que el espectáculo se renueva. Es entonces cuando los luchadores se encuentran para el primer Gran Torneo de Sumo del año.
Al público no le gusta perderse el comienzo de la temporada porque sabe que el sumo es casi sinónimo de giros inesperados. Durante los seis principales torneos de la modalidad, que comienzan en enero y se extienden durante los meses de marzo, mayo, julio, septiembre y noviembre, es común que los ganadores alternen mucho. De esa manera, todos los enfrentamientos adquieren rasgos épicos.
Para el Gran Torneo de Sumo de enero, hay muchas expectativas puestas en el nombre del japonés Takakeisho Mitsunobu, un joven de 24 años que se propone alcanzar el rango de yokozuna, el más alto de la modalidad. Muchos fanáticos esperan que el luchador protagonice una nueva batalla contra el mongol Terunofuji Haruo, de 29 años, contra quien en el 2020 perdió una lucha emocionante.
Para gran parte de los admiradores del deporte, el Ryogoku Kokugikan, un lugar cuya arquitectura remite a siglos pasados, es el escenario de las luchas más memorables. Es allí donde tienen lugar los tres primeros torneos, en los meses de enero, mayo y septiembre. Construido en 1985, el estadio es un célebre recordatorio del origen del deporte. Dentro y fuera de la arena, se observan muchos artefactos, tales como estatuas, carteles y banderas de nobori que, en conjunto, cuentan la historia del sumo.
Al ingresar al Ryogoku Kokugikan, el espectador se transporta a las raíces del sumo, que están vinculadas al sintoísmo, la religión tradicional de Japón. Aún se preservan muchas tradiciones, como el ritual de purificación por medio de la sal antes de cada presentación. En el museo que se encuentra en el primer piso, el visitante constata las modificaciones por las que el deporte pasó hasta llegar al formato actual. El sumo, explican los materiales, comenzó como una danza ritual, sirvió como entrenamiento en períodos de guerra civil y, finalmente, se transformó en una lucha limpia cuyo objetivo es hacer que el oponente salga del dohyō (cuadrilátero) o hacer que toque el suelo con cualquier parte del cuerpo.
Los días de lucha, el Ryogoku Kokugikan se transforma en un imponente caldero. Los diez mil asientos son muy disputados, lo que exige planificación por parte de quienes esperan observar el torneo. Las luchas comienzan muy temprano, aproximadamente a las 8:00 de la mañana, y continúan hasta las 18:00 horas. Los mejores enfrentamientos siempre tienen lugar al final del día. El calendario se elabora de manera tal que el torneo comience un domingo y finalice dos semanas después, también un domingo.
Para la edición de 2021, se sabe a ciencia cierta que, cuando el torneo finalice, la región no dejará de vivir la cultura de sumo. Alrededor del estadio siempre se pueden apreciar exposiciones sobre luchas históricas, entender cuál es la estricta rutina en los campos de entrenamiento de sumo (denominados heya), probar platos típicos de la dieta de los luchadores, como el cocido chankonabe, y sacarse fotografías con los exsumotoris que circulan por las calles. En Japón, el sumo es un ciclo sagrado de respeto a la tradición.